Desde la integración de la suerte bajo la autoridad del Principio de la Razón hasta la política moderna de la invención, la homogeneidad permanece profunda, ya se trate de búsqueda tecno científica civil o militar (y cómo distinguir hoy entre las dos?), ya se trate de programaciones estatales o no, de las ciencias o de las artes y todas estas distinciones hoy se borran. Esta homogeneidad, es la homogeneidad misma, la ley del mismo, la potencia asimiladora que neutraliza la novedad tanto como el azar. Esta potencia está en la obra incluso antes que la integración de la otra aleatoria, de la otra suerte, sea efectiva, alcanza solamente con que sea posible, proyectada, significante. Alcanza con que ella adquiera sentido sobre el fondo de un horizonte económico (ley doméstica del oikos y reino de la productividad o de la rentabilidad). La economía política de la invención moderna, la que regula o domina su estatuto actual, pertenece a la reciente tradición de lo que Leibniz llamaba en su tiempo “una nueva especie de lógica”:
“...sería necesario una nueva especie de lógica, que tratara de los grados de probabilidad, puesto que Aristóteles en sus tópicos no ha hecho nada menos que eso Y se ha contentado con poner en cierto tipo de orden ciertas reglas populares, distribuidas según los lugares comunes, que pueden servir en algunas ocasiones donde se trate de amplificar el discurso y de darle apariencia, sin preocuparnos de darnos un balance necesario para pesar las apariencias y para formar ahí un juicio sólido. Sería bueno que eso que quería tratar de esta materia, continuara el examen de los juegos de azar; y generalmente yo desearía que un hábil matemático quisiese hacer una amplia obra circunstancial y bien razonada sobre toda clase de juegos, lo que sería de gran uso para perfeccionar el arte de inventar humano, apareciendo mejor en los juegos que en las materias más serias” (IV, XVI).
Estos juegos son juegos de espejos: el espíritu humano allí “aparece” mejor que en otra parte, tal es el argumento de Leibniz. Este juego tiene aquí el lugar de una psyché que volvería a enviar a la inventiva del hombre la mejor imagen de su verdad. Como a través de una fábula con imágenes, el juego dice o revela una verdad. No contradice el principio de racionalidad programática o del ars inveniendi como puesta en obra del principio de razón, pero ilustra la “nueva especie de lógica” la que integra el cálculo de probabilidades.
Una de las paradojas de este nuevo ars inveniendi, es que una vez que libera la imaginación, libera de la imaginación. Pasa la imaginación y pasa por ella. Tal vez sea el caso de la característica universal que no provee aquí un ejemplo entre otros. Ella
“ahorra el espíritu y la imaginación, de los que es necesario sobre todo cuidar el uso. Es el fin principal de esta gran ciencia que me he acostumbrado a llamar Característica, y la que acostumbramos a llamar Álgebra, o Análisis, no es más que una pequeña rama: puesto que es la que da las palabras al lenguaje, las letras a las palabras, las cifras a la Aritmética, las notas a la Música; es la que nos enseña el secreto de fijar el razonamiento, y de obligarlo a dejar como huellas visibles sobre el papel en pequeño volumen, para ser examinado con tiempo: es en fin la que nos hace razonar con pocos gastos, poniendo caracteres en lugar de cosas, para desembarazar la imaginación.” (Opúsculos y fragmentos inéditos, ed. Couturat, p. 98-9)
J.D.
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