segunda-feira, 6 de fevereiro de 2017

Citación, rima y capacidad mimética: el regreso al origen.

Sandra Santana

Astrolabio. Revista internacional de filosofía
Año 2007. Núm. 4. ISSN 1699-7549

Citación, rima y capacidad mimética: el regreso al origen.

“La meta es el origen”. Con este verso del poema “El moribundo” (“Der sterbende Mensch”), uno de los más conocidos y perturbadores del autor austriaco, inicia Benjamin su decimocuarta tesis sobre filosofía de la historia:

La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no está constituido por el tiempo homogéneo y vacío, sino por un tiempo pleno, “tiempo-ahora”. Así la antigua Roma fue para Robespierre un pasado cargado de “tiempo-ahora” que él hacia saltar del continuum de la historia. (...) Citaba a la Roma antigua igual que la moda cita un ropaje del pasado. La moda
husmea lo actual dondequiera que lo actual se mueva en la jungla del otrora.

La cita es, para el filósofo alemán, el rastro que niega la progresión de un tiempo lineal en el que el pasado es abolido. El gusto del presente por apropiarse de conceptos y símbolos de épocas pasadas muestra la existencia de un tiempo pleno (“Jetztzeit”) donde nada de lo acontecido se da por irrecuperable para la historia. El “salto de tigre al pasado”, realizado durante siglos por la clase dominante, permite engarzar los acontecimientos en una cadena de datos, que constituye, en una suerte de marcha triunfal, la historia de los vencedores.

Benjamin encuentra en Kraus, como veíamos más arriba, la mirada del ángel que considera la historia como “una catástrofe única”. El descubrimiento del origen consiste, por tanto, en la consideración histórica de un pasado siempre disponible y no únicamente reivindicable por los dominadores. Es la toma de conciencia de que la historia del progreso se identifica con la historia de la barbarie, y que el único modo de crítica posible a ésta consiste en la negación de la prosecución de los acontecimientos “a lo largo de un tiempo homogéneo y vacío”.

La cita es, para Benjamin, “el procedimiento polémico básico de Kraus”. La utilización de la palabra ajena en un nuevo contexto lingüístico hace al autor capaz de acusar o redimir el lenguaje: bien mediante la conservación y salvación de lo citado –como en el caso de la palabra shakesperiana– ,o bien mediante el desenmascaramiento de la mentira o la estupidez de políticos y literatos. De este último modo, al desvincular la palabra pronunciada de su contexto primigenio, el autor logra hacer visible el tópico, lo arrastra hacia la luz. “Llama a la palabra por su nombre, la arranca de forma destructiva de su contexto y, precisamente por eso, la devuelve a su origen”. Los textos citados en las páginas de Die Fackel pierden su significación aparente y logran

hacer aparecer entre sus líneas la auténtica condición de quien las pronuncia. La capacidad de desvelar un uso lingüístico mediante el propio lenguaje es posible mediante el rechazo de su utilización instrumental y su consideración como elemento originario: “No debe hablarse la lengua, sino a partir de la lengua”. El escritor, como con frecuencia admitía Kraus, no debe dominar el lenguaje sino ponerse a su servicio. Al producirse en la cita la muerte de la intención, aparece en ésta lo inexpresable.

Kraus, según Benjamin, encarna la figura del “Inhumano” (Unmensch), convirtiéndose así en el primer superador del humanismo clásico. La transformación que se produce en el paso del “Hombreuniversal”, al que Benjamin dedica la primera parte de su ensayo de 1931, al “Inhumano”, como se califica a Kraus en la tercera parte del mismo, pasa por la asimilación de un hecho que “sólo dejó muy tarde una impronta en el humanismo real de Kraus”: “que no sea la pureza la que está en el origen de la criatura, sino la purificación”. Es decir, que el origen no se refiere a un espacio de pureza ideal definitivo, sino que consiste en la tarea interminable del crítico, en la duda lingüística que Kraus califica como “entorpecimiento salvador” (rettende Hemmung) frente al progreso que se descubre amenazante en los desastres de la guerra. La inversión de la meta en origen es la entrada a “un laberinto, un desvío y un rodeo para volver al
paraíso”.

Por medio de la cita, Kraus encuentra la fuerza no de conservar, sino de purificar, la fuerza destructiva de arrancar del contexto, pero también la única fuerza “en que se concibe la esperanza de que algo del tiempo sobreviva”. La gran novedad que supone la estrategia de la citación en el autor satírico consiste en la posibilidad de ampliar su ámbito, más allá de la mera literatura, hacia terrenos como el periodismo o la publicidad. Del mismo modo en que los santos en los altares de la pintura barroca ante los ángeles benditos y condenados, “Kraus condensa la historia del mundo en las extremidades de una única noticia local, de una única frase, de un único anuncio”. Al igual que nada de lo acontecido ha de darse por perdido para la historia, nada de lo escrito ha de darse por perdido para el lenguaje. Cualquier texto, y no únicamente los que han sido considerados dignos de entrar en la Historia de la Literatura, puede servir al autor en su crítica. La humanidad redimida hace de su pasado, histórico y literario, “citable en cada uno de sus momentos”.

Aún otro modo de manifestación encuentra, para Benjamin, la idea del origen en la obra de Karl Kraus. El origen es “objeto de un descubrimiento que se relaciona de manera singular con el reconocimiento” y tiene como escenario particular la obra poética de Kraus. La rima permitiría, según el autor alemán, el “reconocimiento” del origen al final del verso “como la beatitud está al final de los días”.

Simbolizada por dos ángeles que sepultan al demonio, la rima se alza vencedora de la batalla librada en el espacio entre dos versos. Derrota a la figura demoníaca en que consiste el segundo estadio de la caracterización de Karl Kraus. “En la rima descubre el niño haber llegado a la cresta del lenguaje, desde donde oye el susurro de todas las fuentes del origen”. Sólo el ángel y el niño, figuras intermedias entre los dioses y los hombres, tiene acceso a la visión o la escucha del
origen como totalidad. La rima era para Kraus más allá de un adorno que hace atractiva la palabra, un signo de la unión entre dos pensamientos y por tanto, siguiendo a Benjamin, consiste en un sello de autenticidad de los fenómenos. Como se afirma en el poema “La rima”: “Ella es la orilla donde toman puerto / dos pensamientos cuando están de acuerdo”. Pero es también el lugar donde el lenguaje muestra su plurivocidad significante. El niño, en su hostilidad hacia el educador, enseña al adulto la arbitrariedad que con frecuencia contienen sus afirmaciones y sus creencias más arraigadas.

De los libros de texto surgirá en el día del juicio “el verdadero Pegaso de los pequeños”, un muñeco muerto y contrahecho que, mediante el filo de la rima “pasará por el bosque de hojas, y las flores retóricas cubrirán entonces el suelo”: “En el niño se manifiesta "el humanismo real", porque experimenta el (humanismo) idealista, que le es comunicado mediante el libro de texto y en cuyo nombre el educador ejerce la violencia, como mera apariencia”.

La infancia permite tener acceso a nuevas asociaciones que el adulto, partícipe del tópico y las convenciones ya no es capaz de ver. Benjamin destaca la importancia de esta capacidad infantil para percibir semejanzas en la realidad en su ensayo “Acerca de la capacidad mimética”, donde el juego infantil adquiere un papel relevante:

El juego infantil está traspasado por doquier de un modo de comportamiento mimético; y su ámbito no se restringe en modo alguno únicamente a un hombre que imita a otro. El niño no juega a ser sólo un tendero o un maestro sino también un molino de viento o un ferrocarril.

El lenguaje es calificado por Benjamin como “el más alto grado de comportamiento mimético”, donde reside el archivo más completo de asociaciones y parecidos imperceptibles. Sólo el niño y, en general, aquellos que han descubierto las fuentes del origen, conocen el modo de lectura más arcaico. En “leer lo que nunca fue escrito”, es decir, en concebir el lenguaje como archivo donde siempre permanece la capacidad de encontrar una nueva asociación, consiste la tarea del crítico. Es el trabajo del hombre “inhumano” que ha superado la actitud del humanismo clásico.

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